Monday, January 21, 2008

Variations IV



In 1964 John Cage and David Tudor set up shop in Los Angeles' Feigen-Palmer Gallery, equipping two rooms with complete sound systems (recording and mixing equipment, numerous radios, tape players and record decks to be used by carefully supervised operators) and placing microphones strategically inside and outside the building (one was suspended above the bar, another out in the street to catch the passing traffic), before embarking on a monumental six-hour performance of Cage's "Variations IV," excerpts from which were edited and mixed down to stereo for Everest, resulting in an album that proved so scandalously successful that a second volume was subsequently released. (…)

de allmusic.com


Inmediatamente uno piensa en la estructura, el edificio; como las imágenes que el desencantado (en el drama de Márquez) va desenterrando usando la pala de su propia vida. Primero es advertir la vida, porque detrás de todas esas iteraciones, la mímica controlada de Cage, lo que hay que encontrar es la vida muerta. Por eso la experiencia musical no es perpetua, aunque lo sugieran algunos místicos que bien podrían pertenecer al kraut rock o al jazz de vanguardia francés, muchos de los que se lanzaron a vivir el sueño musical como si este fuese otra praxis. No es perpetua aunque la vida incluso la escuchemos en esos discos, que es igual a matarla, debajo de las iteraciones, agazapada, aunque la entendamos y la consideremos al momento de sugerir discografías.

Cage escuchó a Branca y encontró que en su música había una progresión fascista. Creo que Cage fue incluso más allá con su declaración, formulándola de modo diferente a mi cita anterior, pero yo prefiero haber tomado la curva de la acidez propia de los compositores modernos, a esos que les gusta escupir a cada rato que un rostro se les asoma.

Cage ha depositado micrófonos como ojos videntes, subordinados al propio Rimbaud de espalda a las estrellas, sus visiones se llaman él mismo, soy el otro de su mi música.

En este disco claro que hay asco. Los trozos de ciudad, las paredes los dispensadores, las computadoras y los acetatos, todos escupen una masa densa que huele pésimo, colándose por las narices haciendo obvia su presencia – claro que estás viva, ciudad, si hueles horrible - pero que no es necesariamente la ciudad que nos gusta caminar, porque la que nos gusta caminar es la que sostiene ese otro soporte, Variations IV, que habla solo de ella ciudad y sus vómitos y nos deja solos sin lugar para vivir, demasiado humanos o humanos como para poder estar suspendidos en un espacio de espacio con una música (y aquí la redacción ¿en que lugar estoy?) que desarticula las ecuaciones, incluso las literarias.

Sin embargo, no es posible que un hombre destruya el espacio

y de todas formas, escuchar un disco de Cage es exactamente lo contrario a la experiencia que este disco sugiere.

No hay veredas, incluso cuando en este momento escucho algo que es una vereda de recepción: en realidad un vacío mío que se llena en ella como una forma y un gancho dramático. La escala cromática, el allegro vivace, moderato y la impresión de una mujer muerta a la que amamos. Los lugares nos habitan

son como una tangente
una aguja invisible
nosotros el hombre incontenido de ese lugar
como Tetsuo en su estadio.

1 comment:

con. said...

y por qué no puede destruir el espacio? es interesante el registro de una realidad (sonora y el imaginario que lleva con ella) sea simultáneo a su reproducción (representación, es mejor) y que esta coincida con la realidad de origen. es una yuxtaposición que alude al confuso que posibilita el tiempo. me acordé de "mi joven corazón idiota". las escenografías eran dibujos en tiempo real proyectados por las máquinas esas de diapositivas. el hombre dibujaba con plumón sobre la luz y les proporcionaba lugar e historia a los personajes... am, procuraré escuchar el disco de Cage (habrá tenido que ver con alguna performance de Fluxus?)