Thursday, February 07, 2008

Outer Space



por Peter Tscherkassky

Magma

De mi literatura más alucinógena. Los vidrios rotos. El otro montaje que apresura y detiene las otras verdades del tiempo. El coro alza los rostros, pone el alma en el altar. Son capaces de asesinar a los bueyes y las prostitutas. Todo acá es invalido, los ritmos, los cuartos. Acordes recuerdan muertes, mujeres, toda la aventura de replantearse hasta dar vuelta la carne. El coro hace bajar ángeles de viento, mejor vendavales de lluvia en polvo. Se está acabando el dinamismo y todo presenta una calma enmarcable. No voy a pretender los dibujos del mundo porque en las llaves y los bocetos siempre se cierran las ventanas. Mi verdad es un pretendiente, me va a deber siempre. Mi verdad es que me coja

la música

de forma vulgar por mi vehemencia. Le debo a ella mi posición agazapada que observa mis pies de pie, toda mi forma incontenida.

Es la forma psylocibe de decir Adiós.

Tuesday, February 05, 2008

song # 1 written for Lee


Nos acostábamos temprano. Los días en que no necesitábamos más noche dormíamos. Yo esperaba que tú te durmieras primero, tú y tu sueño pesado, para luego poder moverme, desplazar mi incomodidad con pequeños estertores. No soportábamos nuestros cuerpo, follabamos poco. Estábamos ahí por el otro. En la mañana nos levantábamos y tu rayabas algunos discos que juntos habíamos ido a comprar al Persa. Nuestra etapa era progresiva y durante horas hablábamos de discos. Discos innombrables. Nuestra noche empezaba en la tarde arrojados en nuestra cama, bañados por un tibio atardecer egipcio de notas bluseras. Yo a veces lloraba. Tú no, porque siempre fuiste más recia que yo. Ganábamos poco dinero, como es habitual en la literatura. Tu recopilabas conversaciones que habías tenido, cruzabas palabras y tenías habilidad. Yo escribía de música, todos los sábados ocupaba al menos 6 horas de discos y escribía reportes al respecto. Una vez discutiendo me dijiste que yo asesinaba a la música, pero cada vez que estábamos ahí arrojados en nuestra cama sabíamos que los discos acabarían y luego tendríamos los oídos tapados, llenos de un pelaje áspero y grueso. Nos pasó con el Indie, lo agotamos. A veces hacíamos música de nuestros sonidos, callados. A veces tu llorabas tus dramas, tu familia y sus abusos, que eran otra música que yo escuchaba como el lenguaje de Magma. Tu respiración, el crujir de tus huesos, tu pelo quebrado, tan teñido. Vivíamos para las atmósferas, éramos espaciales. Apelábamos a perder todos nuestros órganos. Nos gustaban ciertas palabras para describir sonidos. No comíamos y comprábamos música. Como Bolaño moriremos enfermos, pero sin dinero. No nos amábamos porque teníamos la música y el arte nos iba a separar. Al final el arte alardea de quiebre y es precisamente eso, lo inconcluso, la vida en cuclillas en tu vientre y sus muñones a medio formar, brazos, piernas, uñas. Tus gustos eran peculiares. Nunca pudimos detener nuestra avidez por las atmósferas, nos atrajo el silencio dramáticamente. Jugábamos a invitar gente y callarnos, mirarnos a los ojos hasta descifrar que el otro quería jugo de naranja. Alejamos a todas nuestras amistades, ellos creían en nosotros una prueba, y claro, el silencio es un desafío. Hablábamos de robar el tiempo, pero el tiempo nos robó la salud, a mi la tuya. Aún conservó nuestra colección. Tú empezaste a toser mucho, a veces sangrabas. Esa era otra música, una música más delicada y comprometedora, como el lector que pregona Rayuela de Cortázar. Empecé a sentir que tu corazón era un reloj, tum tum de Ofelia. Estábamos más callados que nunca cuando tus sonidos empezaron a tomarse la geografía. Ya no vivíamos en nuestra casa, vivíamos en tu enfermedad. Nuestros gustos menguaron en el deposito de estática y polvo que fueron nuestros discos. Tú todavía escribías poesía que cada vez se asemejaba más a la de Lihn, pero eso nunca te lo comenté. Yo sigo escribiendo de música ¿Me escuchas? sigo escribiendo de música. Tu corazón se agotó en un día cuando quería hablarte de una banda nueva. Lamenté que no la escucharas, se sentía un espacio en nuestra cama cuando rayé el disco por primera vez. Siempre rayábamos los discos, no los escuchábamos, tomábamos notas sobre él, comentábamos, hipertextualizabamos: fechas, nombres, inclinaciones geográficas y tendencias tautológicas por la edad que le tocó vivir a los productores, dueños del sello y compositores. Éramos un deposito sin fondo, pura avidez. Ambos soñábamos con ser músicos pero no podíamos más que escribir. No pudimos siquiera ser pareja, amarnos. No te extraño porque tengo nuestros discos, y los sonidos irrepetibles de tu muerte serán los sonidos irrepetibles de la mía. Nuestra historia es la iteración de la literatura, un loop. El cariño es forzado en la manía de sacudir la realidad y enmarcarla en las fronteras del arte. Yo te quería porque te ibas a morir, porque siempre estuve yo y mis discos que no eran de nadie. Te quería porque sin la esperanza del amor la música es una mierda.

Monday, February 04, 2008

Lee #



Ayer fui golpeado por las verdades de Lee Ranaldo. Las suyas, que comparte y exporta en sus spoken word y los chirridos melodramáticos de sus guitarras desafinadas. Golpeado es el termino para describir lo absorto, el corazón agitándose como anunciando alguna malfunción, yo sentado en mi auto describiendo diseños y patrones en la muralla que da a mi asiento: unos rostros convulsivos, el diablo, los ladrillos rojos respirando como si estuviera drogado (lo estoy, pero la música lo olvida) y los transeuntes ocasionales que quiebran el desorden para dar paso a la posibilidad ordinaria de ser asesinado en la noche ñuñoina. Lo normal es el miedo a las criaturas que deambulan la noche, los otros habitantes que la soberbia me deja decir desconocen todo este sonido como golpe de realidad, las metaforas de otro que en la rapidez de la sinapsis se hacen nuestra/mía, el viejo coche plymouth alejándose por una carretera norteamericana es mi auto, en la sinapsis, estacionado mientras tiramos humo con Martín y nos callamos un poco porque la música se vuelve emocionante y empatica. Las otras criaturas son la fauna de la fabula de cada día. Bolaño agota la muerte en 2666, porque él la vio agotada en cada intento, y ahora yo me pregunto si en esas muertes hay un juicio a la maldad, quisiera preguntarle a Bolaño si el juzga el mundo que crea. Los gatos, la luces de los autos que cruzan la calle Ortuzar, las sombras agazapadas que son proyecciones de vida ausente, todo fue relatado e incluso las aficiones cinematograficas. Mi experiencia no puede ser un relato, más bien la sinergia de todos los componentes de esa noche, que son las metáforas de Ranaldo y el miedo al porvenir, al rápido cuchillo que me degolla en el espacio de mi ventana para arrojar la ceniza, la paranoia de los automóviles y su velocidad, los seguros, el miedo, el miedo que se repite hasta el hartazgo y la martirización (Martín), el miedo que se repite hasta estos "simulacros de realidad".

Lee versa:
Nothing seems to affect my view these days.
My life beyond stable, static.
(...)
And all these stupid metaphors, what is one to do?
(...)
Is it even possible to reach out and touch another person?
To dent their flesh with my fingertips?
Why all the conventions the walls to prevent such happenings?
What can you show me?
What can I tell you?
How many years have we been apart?
Where have you been all my life?
When can I see you again?
I'm sick of the sight of you.
(...)

Y tenemos pena, nos vamos hundiendo en los asientos del Megane porque tenemos pena. Alguien la relata con la veracidad y lo tangible de un disco, un cda, mp3, una cristalización de pena que a nosotros se nos arranca con el humo del cigarillo. Ranaldo se vuelve inverosímil, él no tiene esa pena, tiene su espacio en la vida fonográfica, las giras en Berlin y España, la compañía de Kurt Cobain, toda esa elevación fonofantastica que es la vida Indie y que aquí se entiende como remeras apretadas y Sonic Youth, y las mujeres ocasionales que pululan a los rockeros de la escena.
Su música parece escrita por nosotros, pero eso es el delirio. Es que la sensación es que todo es inabarcable, incluso nuestro propio cuerpo demacrado por los humos. He perdido mi habilidad para las matemáticas, he perdido mi sentido social, he perdido la duda sistemática, he vuelto a creer en Dios, he dejado la literatura, he vuelto a ella y en ella las muertes de Bolaño, he perdido el respeto a la vida pero he ganado respeto a la muerte, tengo miedo, como un infante tengo miedo. La duda sistemática me enseñó la aspereza de corazón que una vez me alejó de la mujer que amo, ahora conservo una confianza que son mis discos, "asir el sonido", los paneos tridimensionales en el ambient urbano, chirridos de ruedas, las conversaciones nimias de dos ejecutivos mal vestidos, su paralelismo a los Taj Mahal Travellers, la confianza de hacer este simil entre algo completamente real y la desintegración endógena de la música.