Wednesday, August 06, 2008

soledad y libertad

No tengo idea si lo soñé. Desperté con la imagen de Cecil Taylor, sus largas manos arrojándose casi solo por gravedad encima del piano, lanzando acordes que difícilmente ocupan ese nombre. En el sopor pensé que toda la razón tenían los dueños de bares de sacar a patadas a Cecil; de hecho malograba los pianos, y los golpes ahora marcan su abolengo. Cecil hablaba de la improvisación, sobre todo de la soledad de la improvisación. Recordé una viñeta donde un gato negro decía que tocar Free es bastante complicado, “you gotta let the galaxy play with you”; era muy divertida: “dua dua dua, i can´t play that” decía el gato negro que prefiguraba su viaje a Europa donde finalmente comprenderían su música. La soledad, ese es el punto. Cecil decía que lo que más apreciaba de la improvisación es la soledad, la capacidad de envolverse en el sonido como una crisálida y desde ahí tocar. Y ahora venía lo paradójico: mostraban una imagen de Cecil improvisando encima de su piano, luego la imagen se dividía en dos, a la izquierda se desplazaba Cecil y a la derecha aparecía una guitarrista que bien podría ser Raymond Boni o Derek Bailey, no lo sé. Con la pantalla dividida empezaban a improvisar (hasta ahora nada es parte del sueño); acordes libres, soledad, gran sinfonía del desorden, free, libertad agazapada, voluntad de desaparecer y volver con demencia. Me gustó, escuché con atención la improvisación hasta que ocurrió lo increíble. Debajo de cada uno de los improvisadores (Cecil y Raymond o Derek) apareció un GC que mostraba el lugar y la fecha de la improvisación. Cecil estaba improvisando, digamos, en abril de 1977 en Nueva York, mientras que Raymond (o Derek) estaba improvisando en agosto de 1987 en Francia. Esta es la parte que no sé si fue sueño o fue parte de la realidad. De haber sido sueño, algo se me estaba develando sobre la música que prefiero y elijo. Algo sobre la superioridad del sonido frente a sus interpretes, una especie de “muerte del autor” y sus circunstancias. De todas formas, por romántico que esto suene, en mi fervor devocional a los autores es complicado enfrentar lo que me plantea este sueño. Otra cosa sobre los gustos y su nueva realidad de banderas en la juventud. Quizá mis poleras (2’ minutos, Sonic Youth y los Velvet Underground) son abyectas persé por que aún no entiendo lo fundamental de la música. Encima este texto da la idea de que va a rematar en alguna reflexión certera, especie de aprendizaje post Morfeo. “the rest is silence” ¿no?, el espacio que se abre para generar la música. Sugiero que como han apuntado a lo surreal en todas sus artes, ustedes, que disfrutan del cine de Lynch y los cuadros de Mondrian, la literatura de Tzara y la supuesta libertad alcanzada por Rayuela, no sugiero, afirmo que en la música habita algo similar pero ha sabido ocultarse de lo putrefacto del vox populi para que no se llenen la boca con nombres sofisticados sin entender un acorde: “black poems” “ we want poems that kill”, saxos afroamericanos desenfrenados ¿por capricho?, ¿será la historia de violencia, los diamantes de sangre? Ignorancia, en todos lados ignorancia. Cecil lo sabe, y por eso está solo y predica la soledad.

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