Momento de derivas. A Zeta, en los 50’s, lo hubieran apaleado en los bares de Nueva York por desafinar los pianos. Acabamos de realizar la primera escena de nuestra película; no es nada especial, solamente Clemente durmiendo con una sonrisa que está a punto de florecer y a nosotros nos emociona cada pequeño cambio de su semblante que sugiere otra parte: una pequeña explosión de máscaras y preguntas. Le pregunto a Zeta si soy yo el espacio que ocupo; “este es un buen tema” dice, mientras coge un cigarrillo y su pelo enuncia otra libertad parecida al semblante trepidante de Clemente. Yo estoy ahí, me digo, en todas partes y solo. Es maravilloso. Tengo ganas de salir a cualquier lado y de estar solo, que el pasto me resfríe o peor. Hemos jameado un par de horas gracias al alcohol y la marihuana. A mi se me ha dado el spoken word y el guitarreo. Clemente no logra incluirse hasta avanzada la sesión: el ego de quién no toca instrumentos o el ego de Clemente a secas, da igual. Quiero narrar esta noche y eso hago. Mi voz despierta desde todo lo que soy y he trabajado. La historia es únicamente el momento de incidencia del pasado, lo demás son palabras conmutables, juicios de un ojo sobre otro. “Yapo guatón, relaja”. Zeta conduciéndonos por escalas orientales y caminatas hacia el fondo del Taj-Mahal. ¿Lo sabrá? Quiero saber que sucedería si todos supiéramos la incidencia retórica de nosotros y el campo magnético que nuestra voz sugiere. Es iluso pensar que si el gaffer está colgando de un brazo sosteniendo un tamizador el documentalista no lo va a ayudar. Documentar el lo más fiel a mentir. Todo lo demás es una mentira encubierta; no hay escupos a la cara, no hay besos redimidos, no habrá otro encuentro. Hasta lo salvaje. Agradezco mi pelo largo que es alegoría del viento. Tu sabes, el viento, como tú al final. Agradezco la nueva oportunidad que cada día se me regala.
Saturday, June 07, 2008
...re: into the wild.doc
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