Monday, June 30, 2008


Sobre todo si me estoy duchando; me tapo los oídos y escucho el rumor del agua contra mi cabeza. Pienso en una caverna o un manantial. No puedo encontrar el orden en ello, el orden o la desesperanza; esperar un rato en la caverna a que se desgaje la presencia, pero ya estoy en otra parte, secándome o escribiendo. Mi cuerpo desnudo; tomo mi cabeza y la apoyo contra la muralla mientras el agua golpea mi espalda, me digo no tengas miedo, no tengas miedo; lo repito sin estar en las palabras y siento un cosquilleo perverso en la punta de mi glande que anuncia una muerte. Por la cresta, estoy paralizado desde la primera intención del viaje. Y lo he dicho tanto, quizá lo he ahogado. La culpa no la tienen las mujeres dice Dean Moriarty, la tenemos nosotros. Por eso aquí sentado el deseo de ver a alguien o que alguien me llame; preocupaciones, solicitudes, abrazos. Quiero que se acabe el miedo a todo, el gran diccionario que prefiguraban mis poemas después de W. En ella encontrarse a sí mismo, la poesía como lo único aparte de mi cuerpo presunto. En esos momentos yo disfrutaba de la posibilidad de decir todo, y escupía palabras densas y hablaba de anos flagelados y pequeñas niñas violadas. Ahora, antes, duchándome no me excito, y si decidiera masturbarme nunca tendría un orgasmo. No sé si alguien entiende de lo que estoy hablando. Castrar a los hombres los paisajes de vapores y la luz tenue que se cuela por las mañanas, los días soleados la cordillera frente a la ventana que me despierta todo los días. Los lugares me habitan, y es terrible no poder posar los ojos más que un momento y luego olvidar, dar el siguiente paso, buscar la próxima entrada a la vida que será una puerta cerrada de antemano si antes no olvido el miedo, no lo despedazo en la posibilidad casi como un fractal de vidas agonizantes y desprecio a la estancia. Hace unos años comprendí que crecer era un mito y el movimiento (la pirámide cartesiana) es una solución que yo descubrí engaño. Me dijeron estudia y lo hice; fui el mejor. Luego me dije lee y lo hice; desperté todos los días y mientras los topos de la Plaza Ñuñoa salían de sus pequeños nichos subterráneos con cara de que la vida los había abandonado (como el viejo Bull Lee después de la enfermedad “el cuerpo prestado”) yo presumía que estaba creciendo en los acordes del enfermo Johnny Carter o la miseria de Horacio, debajo de un puente recibiendo una mamada de una cualquiera llorona y hermosa. Pero nunca las cosas fueron así, nunca la miseria fue hermosa. Se busca; cuando uno llora de repente ve a Dios en sus murallas y nuestras rodillas dobladas y cuerpo estremecido obliga a pensar que hemos tocado el cielo, pero solo cuando abandonamos la esperanza para luego ceder a la entrega. Tengo tanto miedo de que Dios me haya abandonado, de que las cosas recen por su nimiedad y nunca encontrar lo salvaje dentro mío: las aventuras del brazo, parado en un lugar recitar a modo de soliloquio automático “ baños, en todos lados letrinas” solo y austero, y recordar y evocar y no encontrar nada atrás más que el impulso reciente de decir un poema…


CHRIS

What if you saw me running into your arms…

Will you see then…

…What I see now?

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